top of page

Aceptar mi cuerpo

Desde pequeña he tenido sobrepeso, mi mamá me decía “gordita” de cariño. A mi me molestaba mucho que lo hiciera, pero amaba tanto a mi madre y sentía que lo hacía con tanto amor, que fue hasta los 12 o 13 años que me atreví a pedirle que dejara de hacerlo.


Físicamente me parezco a mi papá, desde que recuerdo él siempre ha tenido obesidad; además de parecerme en la complexión, también tengo algunas facciones suyas, así que el que me llamara “su retrato” se me hizo lo más normal. Aunque, tampoco me gustaba que me llamaran así.


En la primaria, fui la consentida de una maestra, que me decía que tenía unas “piernotas”, me lo decía con cariño, tampoco me gustaba, también lo acepté como una muestra de afecto.


En la secundaria, mi cuerpo fue transformándose y las curvas que se me notaban estaban en el límite de “ser gordita” y “estar buena”, así que era atractiva para muchos de mis compañeros, lo cual me hacía sentir bien.



Ya en mi edad adulta, sintiéndome inconforme con mi cuerpo, empecé mil veces dietas y remedios para bajar de peso, siempre lo hice a escondidas pues curiosamente me avergonzaba avergonzarme de mi cuerpo. También me pasaba (y a veces me sigue pasando) que, al ver a una mujer delgada, me imaginaba lo feliz que era su vida por ser así, sin tener que ocultar su cuerpo, sintiéndose segura de lo bien que se veía, y pensaba que cuando yo estuviera así, también me iba a sentir muy feliz y segura, luciría la ropa que me gustaba y en general mi vida estaría bien por estar delgada.


En una ocasión conseguí bajar algunos kilos haciendo ejercicio y comiendo más saludable, aunque no llegué a mi peso ideal me sentía realmente bien, pero no puedo recordar qué pasó que dejé tanto el gimnasio como la alimentación saludable, regresé a mis hábitos y por lo tanto, también regresaron los kilos que se habían ido.


Aunado al sobrepeso, desde pequeña he tenido dermatitis, lo cual me ocasiona una comezón insoportable en algunas partes de mi cuerpo, como brazos y piernas, rascándome hasta lastimarme y dejándome enrojecida la piel por mucho tiempo, además, las pomadas que usaba para calmar la comezón me dejaban manchas blancas lo cual me hacía sentir vergüenza y eso siempre me hizo preferir usar blusas con manga y evitar las faldas.


Y así podría describir cada etapa de mi vida, navegando entre la insatisfacción por mi cuerpo y el no querer reconocer del todo ese malestar.


Hace algunos años, empecé a practicar mindfulness y, sin que fuera ese el objetivo inicial, inicié un camino de autodescubrimiento, en el que más que evitar sentir vergüenza por mi cuerpo o sólo decirme palabras bonitas al espejo (que también ayuda), he empezado a escucharlo, a sentirlo, con todo lo que es, como la extraordinaria maquinaria que me hace levantarme todos los días, caminar y abrazar a las personas que amo. Mi cuerpo hace tantas cosas por mi y yo había estado reprochándole y castigándolo todo el tiempo por parecerse a mi papá, por no ser como el cuerpo de otras mujeres a las cuales yo aspiraba parecerme.



Este camino no ha sido sencillo, ni rápido, ni es finito. No te puedo enseñar fotos de un antes y un después, no es esa la intención. La verdadera intención es compartirte que hay muchas personas ahí afuera sintiéndose inconformes con su cuerpo, luchando contra él, a veces haciendo cosas que lo ponen en peligro con tal de alcanzar un estándar de belleza.


La aceptación de nuestro cuerpo, no tiene por qué ser doloroso, no significa renunciar a verte bien, sin embargo implica observar y cuestionar ¿qué es “verte bien”? ¿Qué significa para ti un cuerpo sano?


Hace un par de años, escribí lo que no quería para mi, para mi cuerpo, comparto textual:

  • No quiero ser como mi papá (está claro que este es un de los principales temas que tengo que trabajar, ¿verdad?)

  • No quiero ser irresponsable con mi cuerpo

  • No quiero tener diabetes


Aunque mis intenciones eran “buenas” observé que lo que estaba haciendo era sólo negar y temer una posible realidad. Usando todos esos “No”, lo que se fijaba en mi mente (sin darme cuenta) era:

Quiero / ser como mi papá / irresponsable con mi cuerpo / tener diabetes


Así que hice un ligero, casi imperceptible, pero importante cambio. Escogí palabras, acciones o situaciones que sí quería en mi vida:

  • Quiero ser mi mejor versión

  • Quiero ser responsable con mi cuerpo

  • Quiero tener salud

Y a partir de eso, escogí las actividades que me llevarían a conseguirlo:

  • Quiero ser mi mejor versión: por lo tanto escucho a mi cuerpo, me doy la oportunidad de sentirlo, me permito experimentar, aprendo, tomo decisiones, me perdono, medito para estar en contacto con mi experiencia presente.

  • Quiero ser responsable con mi cuerpo: Como con consciencia, ejercito mi cuerpo, descanso, acaricio mi cuerpo en lugar de lastimarlo.

  • Quiero tener salud: tomo agua, busco alimentos saludables, me hago chequeos médicos anuales.


De esta manera, me responsabilizo por lo que sí puedo hacer con mi cuerpo: elijo comer saludable, elijo dormir al menos 7 horas, elijo tomar más agua, elijo hacer ejercicio, elijo meditar. Cuando siento comezón a causa de la dermatitis, antes de rascarme, hago una pausa y noto mi cuerpo, me permito experimentar comezón, la observo con curiosidad, escucho su mensaje (normalmente sucede cuando estoy estresada) y respondo de manera amorosa: me pregunto qué es lo que me está estresando, busco un momento para descansar, me estiro, respiro.


Me doy cuenta que lo que necesité todo este tiempo era amar lo que soy, cuidarme, alimentarme y hacer ejercicio por amor a mi, no por odio, ni por querer ser alguien más, sino por habitar en lo que soy con consciencia, con compasión y con un profundo amor propio.


Hay muchas formar de empezar a amarte, o continuar haciéndolo, o hacerlo mejor: tu cuerpo es muy sabio y te dará las señales necesarias. Las señales que manda el cuerpo son claras, sin embargo, a veces estamos tan ocupados que no nos damos oportunidad de escucharlas, de sentirlas.



¿Cómo lograr reconectar con tu cuerpo?

Puedes iniciar dándote unos minutos para sentirlo, acuéstate o siéntate en un lugar cómodo y sin distracciones, cierra tus ojos y simplemente déjate llevar por el ritmo de tu respiración, poniendo atención a la entrada y salida de aire y poco a poco ve llevando la atención a diferentes partes de tu cuerpo, con curiosidad, como si fuera la primera vez que las sientes. Si te da comezón o sientes un impulso de moverte, date cuenta de ese impulso, pero no te muevas, observa qué pasa con esa sensación; se un explorador de tu propio cuerpo. Te darás cuenta que es increíble.


Una vez que reconectas, entonces puedes notar en tu cuerpo la sensación de cansancio y buscarás dormir un poco más temprano, o de hambre y buscarás alimentarte, también notarás la saciedad y no comerás en exceso, y así poco a poco, paso a paso te irás haciendo aliada (o) de tu cuerpo. De esta manera empezarás a cuidarlo con amor, como cuidarías a un niño pequeño que depende de ti.


Si quieres iniciar ese camino de autodescubrimiento, te invito a que escuches nuestras meditaciones para empezar a tener una relación más profunda y compasiva con tu cuerpo, haz clic aquí.


 
 
 

Comentarios


© 2023 de TranquilaMente Psicología para tu presente.

El contenido de este sitio está protegido por derechos de autor. 

  • Instagram
  • Facebook
  • Icono social de Spotify
  • YouTube
  • WhatsApp
bottom of page